Las que somos mamás sabemos lo cansado que es estar al pendiente de la casa, los hijos, el marido y además, en algunos casos, hacer impecablemente nuestro trabajo. Nos partimos en mil, corremos todo el día, vivimos angustiadas y la ansiedad nos da patadas en la espalda continuamente obligándonos a hacer más de lo que podemos.

En las noches sentimos que corrimos un maratón completo, nos duele todo y no tenemos ganas ni de que nos hablen y si le subimos dos rayitas cuando alguno de nuestros hijos o nuestro esposo se enferma, ¡pff! Esta es de las mas grandes angustias que pasamos. Por ejemplo, cuando nuestros peques se enferman lo que más queremos es quedarnos a su lado sin movernos todo el día, pero si tenemos un trabajo, no podemos quedarnos aunque queramos.

Cuando tenemos varios hijos se vuelve mas difícil, porque si nos quedamos en casa cada que alguno de ellos se siente mal no habría jefe que nos aguante. Por lo tanto, y con toda esa angustia, dejamos a nuestros hijos encargados con alguien, llamamos a cada rato para ver cómo están, y tratamos de hacer nuestro trabajo lo mejor posible, además de que tenemos que atender nuestras otras responsabilidades. Y cuando salimos de trabajar, corremos a llevarlos al doctor, comprar sus medicinas, les cuidamos y mimamos para que se recuperen

¿Y qué queda para nosotras?

Pero a veces la carga de trabajo y emocional hace que nos derrumbemos. Es difícil encontrar tiempo para atendernos a nosotras, por lo tanto comenzamos con síntomas y achaques que son llamadas de atención de que estamos cargando mucho.

Las mujeres tenemos que aprender, a darnos nuestro tiempo, a cuidarnos, a descansar. Vivimos en un mundo donde la gente aplaude y admira cuando nos exigimos demasiado, nos sentimos muy orgullosas cuando nos dicen que somos unas super mamás.

Algunos hombres tienen la desfachatez de decirnos: “No, pues es que tu no puedes darte el lujo de estar cansada o enfermarte”.

Yo soy de las personas que me gusta la perfección, que todo salga perfecto, me desvivo cuando soy anfitriona, a mis hijos los cuido y les doy todo lo que puedo, pero sea como sea siempre es importante que también pensemos en nosotras.

Cuando no lo hago, me enfermo. La ecuación es muy simple: Si estamos bien le podemos dar más calidad a los que amamos, somos más creativas y productivas por lo tanto más felices. Una super mamá no es la que está harta de serlo, es la que, por medio del ejemplo le enseña a ser felices a sus hijos.