Cuando el papá o la mamá de tus hijos se enferma, y más, cuando es un asunto de gravedad que requiere que se interne en un hospital o en un centro de rehabilitación, a los que cuidamos a nuestros hijos nos invaden las dudas sobre qué es lo mejor que podemos hacer para ellos.

¿Protegerlos del dolor, o enfrentarlos a la realidad? 

Por lo menos en mi caso, la idea de imaginar a mis hijos, con toda su inocencia, presenciando una imagen que ya de por sí para los adultos es muy fuerte, de tubos, sondas, canales, doctores, aparatos, jeringas, es algo que siempre he querido evitar

En otros casos, como el alcoholismo o drogadicción, nos preguntamos qué tan bueno sería para ellos visitar a su padre o a su madre en el centro de rehabilitación

Todos estos años he pedido asesoría debido a la frecuencia de estas situaciones. 

Lo que más ansiedad y angustia les provoca a los niños, es la incertidumbre de no saber qué pasa.  

Exponerlos a la situación tal cual es, por muy dolorosa que sea, puede llegar a ser liberador para ellos. 

Al final, esa es su realidad. Su papá o su mamá están enfermos. Y tratar de protegerlos metiéndolos en una burbuja, no es lo mejor de ninguna manera. 

Hablarles con la verdad sin ser escandalosos.

A veces el padre que se enferma, se desaparece sin decir nada y eso, podría decirles, es mas tóxico que la enfermedad en sí. 

Valdría la pena que el que está enfermo sea empático, y que si bien él o ella necesitan ayuda por su condición, sus hijos también necesitan de su consideración. 

Algo muy importante también es la edad.

Por ejemplo, mis niños pequeños ahora tienen 8 y 11 años

A esta edad ya tienen la fortaleza para enfrentar la realidad de su vida. Y aunque como mamá no quisiera que les dé ni el aire, sin lugar a dudas lo mejor para ellos es que crezcan con cimientos sólidos de las cosas como son. 

Conocemos a muchas personas que se evaden constantemente de la realidad, ya sea con alcohol, drogas, enfermedades, ausencias,  etc… 

Por lo tanto, al acompañar a nuestros hijos a enfrentar las partes duras de la vida, los estamos enseñando a hacerse responsables de lo que les corresponde, y a no huir cuando la cosa se ponga dura en sus vidas. 

Eso no quiere decir que sea fácil para nuestros hijos enfrentarse a este tipo de situaciones. En el caso de los míos, les da gripa, tos, diarrea, ansiedad, angustia, lloran, se enojan etc.. 

La primera vez que les pregunté si querían ir a ver su papá al hospital, me dijeron que sí, pero uno de ellos a la media hora comenzó a sentirse mal, volando en fiebre arriba de 39.5, lo cual le duró varios días. 

Nuestra tarea es acompañarlos en sus desafíos emocionales, que les quede claro que nosotros, el padre o madre que está sano, no los vamos a dejar por nada del mundo y que pueden contar con nosotros siempre.